domingo, 2 de octubre de 2011

Como el buen vino

Hay personas que, como los buenos vinos, esos que se crían en barricas de roble, mejoran con los años.
Él estaba convencido de que ella era una de esas afortunadas personas, que con el paso de los años había ganado en belleza, sabiduría y atractivo; y para su desgracia, eso le hacía aun más vulnerable ante ella.
Por fin, juntaba en una sola mujer todo lo que añoró para la mujer de su vida y ella lo era, eso repetía continuamente. Tenía la mirada ingenua de una niña, la sonrisa de cascabel que tanto le iluminó y ahora, también, la belleza y el glamour, de una MUJER. De esas que tanto admiró con el pasar de los años, de esas que hacían que sus ojos se tornaran tan profundos como el abismo de sus mentiras.
Ahora por fin lo tenía todo en una, ya no necesitaba buscar sus carencias en otro cuerpo, en otros ojos, en otros labios... por fin juntaba cada tesoro anhelado en un solo cuerpo, en un todo.
Solo había dos cosas que superaban la felicidad del hallazgo, dos cosas tan nimias y tan colosales que no le permitían disfrutar su suerte:
La primera no era ninguna novedad, pues quien le conocía sabía de sobra que su hallazgo era para él un auténtico yugo, un placer que más que gustos le proporcionaría angustias y desvelos.
Pero esto era una auténtica insignificancia si conocías lo colosal y doloroso de la otra mitad...
Ahora que por fin encontró el tesoro que todo hombre busca eternamente, ahora que ella es ELLA, ahora...
ella ya no le quiere...