miércoles, 27 de octubre de 2010

Desdicha y dicha



La desdicha se apodera de su alma y al desdén no le da tregua.

Cuesta pensar que aún flote sobre las lavas mortales con una sonrisa en la boca, con una ilusión de quinceañera a punto de estrenar su fuego interno, a punto de darse entera...

Eso es lo que hace ella, darse. Y se da con la facilidad de un pez en el agua, con la facilidad de un personaje de comedia que asumió que ese es su papel y que de otro modo no hay carcajadas, no existe el éxito, que no es más que el hecho de borrar una tilde, existo, y eso es lo quiere.
La miro, la observo, escudriño cada gesto, cada mirada, cada palabra, afanada en encontrar un tropiezo en esa pose de resignación sin pena, pero todo lo acalla con una sonrisa, con una caracajada...

Es en su soledad, en su silencio, donde esconde la derrota; es allí donde se desnuda y se desarma, donde cuenta sus verdades y donde explica el por qué de su mentira. Allí cuenta hasta donde podrá aguantar...

Ella lo sabe, sabe perfectamente hasta donde llegará su máscara y eso la hace más vulnerable, más débil, más marchita, pero en definitiva, más feliz, porque nada es gratuito, nada es altruista aunque el escaparate así lo muestre. Sabe que llegará hasta el final porque así lo ha elegido.

Sus vacíos, sus silencios, sus soledades le muestran la desdicha y el dolor, pero sabe que a cambio recibe los parabienes y la admiración de todo el que quiere creer su pose, de cualquier mortal que se consuela con la compasión ajena.

Su escaparate le permite recibir alagos y parabienes y a ella con eso, por ahora le basta...

jueves, 7 de octubre de 2010

Mi Príncipe Azul

Miro su perfil y me pierdo en cada curva, en cada línea, en cada gesto. Lo mismo ocurre si lo miro de frente, mientras duerme, mientras mira, mientras escucha, mientras suspira...

No me canso...

Lo quiero, lo adoro, lo deseo, lo amo tanto... Nunca lo he odiado y se que nunca lo odiaré porque se trata de un amor incondicional, inconmensurable, incombustible, infinito...

Descanso cuando él descansa y me alivio cuando no está, pero no puedo vivir sin él, se que nunca más podré vivir sin él.
Llegó y me atrapó, e incluso antes de que llegara ya era toda suya, ya le pertenecía, ya le pertenezco. Y aunque no lo sabe me tiene, y aunque a veces le digo "no", siempre seré suya. Siempre...

Porque en su boca las palabras suenan distintas, suenan a música; todo en él dibuja una sonrisa en mi alma.

Un hombre puede cambiar tu vida y hacerla inmensamente feliz,
un duende puede cambiar tu vida y hacerla diferente,
un príncipe puede cambiar tu vida y hacerla mejor.

Hoy, tengo un hombre, tengo un duende y he aprendido, en contra de lo que todos piensan, en contra de lo que todos cuentan, que los príncipes existen y por fin yo ya tengo el mío...